miércoles, 28 de enero de 2009

LA HUMANAE VITAE Y LA ANTICONCEPCION



La encíclica Humanae Vitae, firmada por el Papa Pablo VI el 25 de julio de 1968, cumple 40 años. [1]

Hoy, como entonces, no faltan voces de quienes rechazan la doctrina expuesta por Pablo VI, de quienes ven en la “Humanae vitae” solamente muchos “no”, de quienes piensan que la anticoncepción es un “progreso”.

Ya lo profetizaba Pablo VI en la propia encíclica “Se puede prever que estas enseñanzas no serán quizá fácilmente aceptadas por todos: son demasiadas las voces —ampliadas por los modernos medios de propaganda— que están en contraste con la Iglesia. A decir verdad, ésta no se maravilla de ser, a semejanza de su divino Fundador, "signo de contradicción", pero no deja por esto de proclamar con humilde firmeza toda la ley moral, natural y evangélica. La Iglesia no ha sido la autora de éstas, ni puede por tanto ser su árbitro, sino solamente su depositaria e intérprete, sin poder jamás declarar lícito lo que no lo es por su íntima e inmutable oposición al verdadero bien del hombre. Al defender la moral conyugal en su integridad, la Iglesia sabe que contribuye a la instauración de una civilización verdaderamente humana; ella compromete al hombre a no abdicar la propia responsabilidad para someterse a los medios técnicos; defiende con esto mismo la dignidad de los cónyuges. Fiel a las enseñanzas y al ejemplo del Salvador, ella se demuestra amiga sincera y desinteresada de los hombres a quienes quiere ayudar, ya desde su camino terreno, "a participar como hijos a la vida del Dios vivo, Padre de todos los hombres.” [2]

Pero la doctrina ofrecida en ésta encíclica no era una opinión personal, ni una idea anticuada (¿puede ser anticuado lo verdadero?), ni el resultado del triunfo de una escuela teológica sobre otra. Sino la presentación del plan de Dios sobre el matrimonio y su constitutiva apertura a la vida.

El respeto de la vida no es algo sólo de la moral individual, en nuestra cultura dominante se ven señales de una “cultura de la muerte”, no sólo por la presencia complacida de símbolos de muerte y decadencia frecuentes en el lenguaje, la literatura y el arte de nuestro tiempo, sino, sobre todo, por las innumerables formas de violencia y opresión de la vida que institucionaliza y le son congénitas. Entre ellas, la negativa de reconocer a la vida prenatal la plena condición de vida humana personal y su tutela incondicionada, así como la tendencia a hacer de la vida humana una valoración subordinada a la “calidad de vida” definida en términos reductivos de eficiencia económica y hedonista de donde nacen la legitimación del aborto y la eutanasia.[3]

“Elaborada a la luz de una decisión sufrida,-la Humanae Vitae- constituye un significativo gesto de valentía al reafirmar la continuidad de la doctrina y de la tradición de la Iglesia. Ese texto, a menudo mal entendido y tergiversado, suscitó un gran debate, entre otras razones, porque se situó en los inicios de una profunda contestación que marcó la vida de generaciones enteras. Cuarenta años después de su publicación, esa doctrina no sólo sigue manifestando su verdad; también revela la clarividencia con la que se afrontó el problema.

De hecho, el amor conyugal se describe dentro de un proceso global que no se detiene en la división entre alma y cuerpo ni depende sólo del sentimiento, a menudo fugaz y precario, sino que implica la unidad de la persona, la total participación de los esposos que, en la acogida recíproca, se entregan a sí mismos en una promesa de amor fiel y exclusivo que brota de una genuina opción de libertad. ¿Cómo podría ese amor permanecer cerrado al don de la vida? La vida es siempre un don inestimable, percibimos la potencia de la acción creadora de Dios, que se fía del hombre, y lo llama a construir el futuro con la fuerza de la esperanza”. [4]

La encíclica “Humanae vitae” es verdad, un “no claro y firme a la anticoncepción y a las ideas de quienes buscan caminos inmorales para evitar la llegada de los hijos en el matrimonio. Ese “no” es un “sí” para defender el sentido auténtico y fecundo que es propio del amor entre los esposos.
“Los esposos, de hecho, habiendo recibido el don del amor, están llamados a hacerse a su vez don del uno a la otra sin reservas. Solo así los actos propios y exclusivos de los cónyuges son verdaderamente actos de amor que, mientras les unen en una sola carne, construyen una genuina comunión personal. Por tanto, la lógica de la totalidad del don configura intrínsecamente al amor conyugal y, gracias a la efusión sacramental del Espíritu Santo, se convierte en el medio para realizar en la propia vida una auténtica caridad conyugal.

La posibilidad de procrear una nueva vida humana está incluida en la donación integral de los cónyuges. Si, de hecho, cada forma de amor tiende a difundir la plenitud de la que vive, el amor conyugal tiene una forma propia de comunicarse: generar hijos. Así no sólo se asemeja, sino que participa del amor de Dios, que quiere comunicarse llamando a la vida a las personas humanas. Excluir esta dimensión comunicativa mediante una acción dirigida a impedir la procreación significa negar la verdad íntima del amor esponsal, con la que se comunica el don divino.” [5]

“El Magisterio de la Iglesia no puede menos de reflexionar siempre profundamente sobre los principios fundamentales que conciernen al matrimonio y a la procreación. Lo que era verdad ayer, sigue siéndolo también hoy. La verdad expresada en la Humanae Vitae no cambia.” [6]

Pablo VI explicaba que “… si para espaciar los nacimientos existen serios motivos, derivados de las condiciones físicas o psicológicas de los cónyuges, o de circunstancias exteriores, la Iglesia enseña que entonces es lícito tener en cuenta los ritmos naturales inmanentes a las funciones generadoras para usar del matrimonio sólo en los periodos infecundos y así regular la natalidad sin ofender los principios morales que acabamos de recordar. La Iglesia es coherente consigo misma cuando juzga lícito el recurso a los periodos infecundos, mientras condena siempre como ilícito el uso de medios directamente contrarios a la fecundación, aunque se haga por razones aparentemente honestas y serias. En realidad, entre ambos casos existe una diferencia esencial: en el primero los cónyuges se sirven legítimamente de una disposición natural; en el segundo impiden el desarrollo de los procesos naturales.” [7]

Muchos esposos han dado la espalda a éstas enseñanzas, han usado métodos anticonceptivos, o se han esterilizado. Otras veces, han optado por la enorme injusticia del aborto frente a un hijo no deseado, no amado, hogares marcados por una triste alianza de muerte. "Lamentablemente, la estrecha conexión que, como mentalidad, existe entre la práctica de la anticoncepción y la del aborto se manifiesta cada vez más y lo demuestra de modo alarmante también la preparación de productos químicos, dispositivos intrauterinos y "vacunas" que, distribuidos con la misma facilidad que los anticonceptivos, actúan en realidad como abortivos en las primerísimas fases de desarrollo de la vida del nuevo ser humano." [8]

Tal es el caso del DIU y de las píldoras post coitales, propuestos como de uso corriente en los diversos "Programas de Salud Reproductiva" y cuyos efectos abortivos son soslayados con explicaciones y argumentos engañosos para la gente, que se ve sorprendida en su buena fe. El uso y comercialización de “la píldora del día después” lleva grabada una definición respecto de cuándo comienza la vida humana, y qué valor se le ha de atribuir. Y eso sin tener en cuenta los enormes daños que provoca a quienes la consumen. Pero su negocio genera demasiados beneficios económicos. Esta píldora se suministra de manera gratuita a niñas de 10 años en algunos casos. El profesor de la Universidad de Navarra Don José López Guzmán, analiza el impacto de la píldora abortiva que, en algunas Comunidades Autónomas, se suministra de manera gratuita a las niñas desde 10 años de edad. Para el autor, dos son los problemas que se desprenden: graves riesgos para la salud, pues desajusta las hormonas, descompone la matriz, pudiendo provocar sangrados, incluso pudiendo dejar estéril e impedir ser madre de por vida; por otro, conductas sexuales de riesgos, porque los jóvenes pensarán que todo se arregla con una pastilla gratuita. Esta píldora está siendo ampliamente utilizada en España. En su primer año de comercialización (2002), la solicitaron 350.000 mujeres, cifra que se ha ido incrementando de forma progresiva en los años siguientes. Pretende ser distribuida como un método anticonceptivo más, generando abusos hacia mujeres y niñas sometidas a explotación.

A causa del uso y abuso de métodos anticonceptivos, millones de esposos han llegado a destruir el propio matrimonio. ¿No será precisamente porque cuando falta respeto hacia el sentido auténtico de la relación conyugal, poco a poco el amor se marchita y se destruye?¿ ¿No serán tantos miles de divorcios la consecuencia del triunfo de un cultura que busca “tener” y disfrutar”, en vez de avanzar por el camino de la verdadera realización humana : el amor generoso?

“En los países más ricos, el excesivo bienestar y la mentalidad consumista, paradójicamente unida a una cierta angustia e incertidumbre ante el futuro, quitan a los esposos la generosidad y la valentía para suscitar nuevas vidas humanas; y así la vida en muchas ocasiones no se ve ya como una bendición, sino como un peligro del que hay que defenderse.” [9]

“En una cultura marcada por el predomino del tener sobre el ser, la vida humana corre el peligro de perder su valor. Si el ejercicio de la sexualidad se transforma en una droga que quiere someter al otro a los propios deseos e intereses, sin respetar los tiempos de la persona amada, entonces lo que se debe defender ya no es sólo el verdadero concepto del amor, sino en primer lugar la dignidad de la persona misma” [10]

“Podría también temerse que el hombre, habituándose al uso de las prácticas anticonceptivas, acabase por perder el respeto a la mujer y, sin preocuparse más de su equilibrio físico y psicológico, llegase a considerarla como simple instrumento de goce egoístico y no como a compañera, respetada y amada” [11]

Encuestas y comentarios realizados en medios de comunicación, ponen de manifiesto cómo van cambiando las conductas sexuales de los españoles. Hoy día muchos empiezan a no considerar maltrato presionar, incluso forzar a la otra persona para mantener relaciones sexuales, o coartarla en su manera de vestir, y el aumento de conductas agresivas en las relaciones sexuales. Vemos cómo, a través de series de televisión como “Sin tetas no hay paraiso”, “Diario de una Call Girl”, “Física o química”, etc., por no mencionar “Sexo en New York”, se fijan modelos sociales y sexuales de comportamiento, que van siendo inevitablemente asumidos como normales. Mientras los casos de maltrato a mujeres, que se ven en la necesidad de denunciar las agresiones producidas por sus parejas aumentan, la educación sexual de los jóvenes pasa por darles una mayor información sobre el uso de los preservativos, así como la preocupación por preparar una nueva ley del aborto. El sistema educativo imperante aconseja no poner ceros, los jóvenes están acostumbrados a obtener la satisfacción inmediata de sus deseos, no admiten un no por respuesta etc….¿Esperamos entonces que el hecho de contraer matrimonio o vivir en pareja, llevará implícito el que la persona adquiera valores como el respeto mutuo, el perdón, la empatía, el sacrificio para sacar adelante la relación, no tirar la toalla en la primera dificultad…?

En esta sociedad cada vez más laicista, donde los signos religiosos parecen ofender a muchos que consideran vulneran derechos fundamentales, lo religioso pretende ser eliminado, con la consiguiente supresión de los valores que estos llevan implícitos.

La ética y moral de la sexualidad en la Iglesia católica se basa en la razón, iluminada por la fe, así como en la base científica existente, intentando orientar debidamente a la persona.

¿Cuál es la ética que surge del mensaje de Jesús? Para Jesús lo importante es trabajar por el Reino. Marca el amor desinteresado, el servicio a los demás, la generosidad… Si al ejercicio de la sexualidad le quitas eso, es ir a un club de alterne. Jesús, respecto al matrimonio habla del principio de la creación, de la fidelidad mutua, del verdadero plan de Dios sobre el hombre y la mujer, se opone al divorcio y se mantiene célibe. (Mt 19, 1-9).

También Jesús ante los pecados sexuales muestra perdón y misericordia, invitando a apartarse de estos, no condena al pecador, condena el pecado (“…Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?» Ella respondió: «Nadie, Señor.» Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más.»” Jn. 8, 10s).

“Con esta actitud benévola consigue salvar de la lapidación a la adúltera (Jn 8, 1-11). Defiende caballerosamente a una mujer que en el relato evangélico es calificada como "una mujer pecadora que vivía en la ciudad" (Lc 7, 37). Con la samaritana que vivió varias experiencias lleva a cabo una conversación amable y sincera que conquista su corazón (Jn 4, 5-42). La suya no es la misericordia aparente del permisivismo, sino que por el contrario, es la misericordia salvadora que, sin despreciar y humillar, impulsa al arrepentimiento y al renacimiento interior.

Nuestra época está dominada y maltratada por una especie de pansexualismo. El sexo es invocado continuamente: no sólo en los enunciados sociales y psicológicos, no sólo en las múltiples expresiones de arte y de cultura, no sólo en los espectáculos y en los entretenimientos, ya que hasta en los mensajes publicitarios no se puede hacer menos que evocarlo y aludir a él. A veces tenemos la impresión de estar condicionados y manipulados por una misteriosa agrupación de maniáticos que imponen a todos su degeneración mental. Son los mismos que no dejan jamás de definir como beatos e hipócritas a cuantos no se dejan convencer por sus elevadas argumentaciones. Y con su tenacidad y su intrepidez alcanzan, sin quererla, la melancólica meta de una comicidad objetiva.

Es indudable que a los ojos del mundo la visión cristiana parece fatalmente abstracta y utópica: se dirá que es noble y bella, pero demasiado alejada de la realidad efectiva. En honor a la verdad, este ideal de castidad –y sexualidad en el matrimonio- es justamente imposible y vano para quien no vive en plenitud la vida bautismal, con sus citas sacramentales, con la contemplación asidua del acontecimiento pascual, con el justo espacio dedicado a la oración, con el compartir en forma decidida y alegre la experiencia eclesial.

El motivo está en el hecho que la castidad no es una virtud que se pueda conseguir y adquirir por sí sola, fuera del contexto de un seguimiento integral de Cristo. Por el contrario, en el contexto de un seguimiento integral de Cristo todo se torna posible, fácil, alegre: "Yo lo puedo todo en aquél que me conforta" (Flp 4, 13). ”[12]

Dios Padre nos ha dado el gran don de la libertad, proporcionándonos inteligencia, capacidad de razonamiento y discernimiento para optar en conciencia y responsablemente hacia el bien en nuestra vida. Es importante preocuparnos por la formación recta de nuestra conciencia, a fin de que, valorando la verdad, podamos ver con claridad el plan de Dios en nuestras vidas.

Análogamente a lo ocurrido en la vida de Jesús, el Espíritu es enviado a cada creyente, que se convierte así en morada suya. Las cartas de Pablo presentan la inhabitación del espíritu en el corazón de los creyentes como el elemento característico de la existencia cristiana (Rom8,9s; 5,5). El es el principio de la perfección cristiana (Gal 3,2-5). “¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y que tenéis a Dios? Preguntará Pablo a los corintios (1Cor 6,19). Afirmará que el Espíritu es principio de posesión beatificante de Dios, perfeccionador y marca de reconocimiento del creyente (2Cor1,21s).

Para terminar citamos las palabras de la Gaudium et Spes “… Por eso, con responsabilidad humana y cristiana cumplirán su misión y con dócil reverencia hacia Dios se esforzarán ambos, de común acuerdo y común esfuerzo, por formarse un juicio recto, atendiendo tanto a su propio bien personal como al bien de los hijos, ya nacidos o todavía por venir, discerniendo las circunstancias de los tiempos y del estado de vida tanto materiales como espirituales, y, finalmente, teniendo en cuenta el bien de la comunidad familiar, de la sociedad temporal y de la propia Iglesia. Este juicio, en último término, deben formarlo ante Dios los esposos personalmente. En su modo de obrar, los esposos cristianos sean conscientes de que no pueden proceder a su antojo, sino que siempre deben regirse por la conciencia, lo cual ha de ajustarse a la ley divina misma, dóciles al Magisterio de la Iglesia, que interpreta auténticamente esta ley a la luz del Evangelio.”[13]


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[1] Parte de este comentario está tomado de la web Catholic.net. apartado Sexualidad y Bioética. Iglesia y anticoncepción. http://es.catholic.net/sexualidadybioetica/285/1362/articulo.php?id=37884

[2] Pablo VI. Encíclica “Humanae Vitae”. Roma, 1968, Nº. 18

[3] Moral social, Instituto Superior de Ciencias Religiosas “San Agustín”, perteneciente a la Universidad Pontificia de Comillas (Madrid).

[4] Benedicto XVI. Discurso del Papa Benedicto XVI a los participantes en un congreso internacional sobre la actualidad de la "Humanae Vitae". Roma, Sala Clementina, Sábado 10 de mayo de 2008

[5] Benedicto XVI. Mensaje enviado por el Papa a los participantes del Congreso Internacional "Humanae Vitae: Actualidad y profecía de una encíclica" que se celebró en la Universidad Católica de Roma. 2 de Octubre de 2008

[6] Benedicto XVI. Discurso del Papa Benedicto XVI a los participantes en un congreso internacional sobre la actualidad de la "Humanae Vitae". Roma, Sala Clementina, Sábado 10 de mayo de 2008

[7] Pablo VI. Encíclica “Humanae Vitae”. Roma, 1968, Nº. 16


[8] Juan Pablo II, Encíclica “Evangelium Vitae” -25-3-95-, Nº. 13

[9] Juan Pablo II, Exhortación Apostólica “Familiares Consortio”. 1981- Nº. 6

[10] Benedicto XVI. Discurso del Papa Benedicto XVI a los participantes en un congreso internacional sobre la actualidad de la "Humanae Vitae". Roma, Sala Clementina, Sábado 10 de mayo de 2008.

[11] Pablo VI. Encíclica “Humanae Vitae”. Roma, 1968, Nº. 17

[12] Cardenal Giacomo Biffi, "Pecore e pastori (ovejas y pastores). Riflessioni sul gregge di Cristo", Cantagalli, Siena, 2008.

[13] Constitución Pastoral “Gaudium et Spes” del Concilio Vaticano II, Nº 50